Dos acuerdos para volver a unirnos / II
José I. Moreno León
Venezuela requiere, como lo indicamos en el artículo anterior, un esfuerzo de unidad nacional para enfrentar, con proyectos consensuados, retos que son fundamentales para lograr la gobernabilidad democrática del país y el avance en su proceso de desarrollo, en el entorno de las nuevas realidades globales. Ya hemos dicho que uno de esos acuerdos para volver a unirnos, debe ser el de la alianza para impulsar una reforma integral de nuestro sistema educativo, a todos sus niveles, para dotar al país de una educación incluyente y de calidad, como estrategia fundamental frente a la demanda de los nuevos tiempos que se están conformando, al ritmo del desarrollo de la sociedad de la información y el conocimiento.
Pero el otro gran acuerdo que convoca a la unidad de todos los venezolanos está referido a la profundización de la nacionalización petrolera, para hacer de los hidrocarburos una eficiente herramienta de desarrollo diversificado, incluyente y sostenible de nuestra economía y contribuir a romper con la cultura del rentismo, exponenciada en el país por el manejo estatista, clientelar y populista de la producción petrolera y, especialmente, de los ingresos derivados de las exportaciones de este recurso, con un mínimo valor agregado nacional.
Para entender la consigna de profundización de la nacionalización petrolera, es necesario recordar que con la Ley Orgánica promulgada en agosto de 1975, en un ambiente de gran acuerdo nacional, lo que se logró fue la estatización de la industria y el comercio de los hidrocarburos, como monopolio estatal que ha contribuido al fomento de una economía cuasi monoexportadora.
En su desarrollo se ha puesto poco énfasis en el proceso de industrialización de este recurso y en promover las externalidades que la explotación y desarrollo -aguas abajo- puedan generar para incentivar la creación de empresas de procesos petroquímicos y químicos y empresas de bienes y servicios, en apoyo a estos posibles desarrollos industriales.
Este debe ser el verdadero sentido de la nacionalización petrolera y de su profundización, como gran proyecto de concertación nacional para fortalecer el sector industrial interno y a nuestras empresas de bienes y servicios petroleros, y para incorporarle un importante valor agregado a las exportaciones de hidrocarburos y derivados.
Todo ello entendiendo que la cadena de valor de esta industria comienza antes de la producción con el suministro de bienes y servicios y que es imprescindible la formación del capital humano, la investigación y el desarrollo tecnológico en el sector con una activa participación de nuestras universidades.
En estos aspectos el exitoso caso de Noruega puede ser una valiosa referencia. Conviene referir que, luego de la mal llamada nacionalización, el mayor porcentaje de valor agregado de nuestras exportaciones petroleras se logró en 1985, cuando la composición de las mismas tuvo 38% de refinados, para descender progresivamente a los niveles de los últimos años, en los cuales no solamente estamos exportando menos, sino además con un valor agregado que no llega al 25% de productos.
La profundización de la nacionalización petrolera, en los términos que hemos señalado, sería un gran aporte a la revitalización de la economía nacional y para lograr que la industria petrolera contribuya activamente, con visión productiva a hacer del petróleo una verdadera herramienta del progreso del país.
Pero la profundización de la nacionalización petrolera significa igualmente gerenciar a Pdvsa con una visión profesional, al margen del clientelismo político y con un sentido comercial y participativo, promoviendo, sin complejos chauvinistas, la inversión privada y el ahorro interno, mediante fondos de pensiones que puedan ser una fuente complementaria de financiamiento, por vía de participación accionaria, de los nuevos proyectos que requieren con urgencia esa industria para lograr niveles adecuados de producción, refinación y desarrollos aguas abajo, indispensables para que el país deje de ser un mero exportador de crudo, como en la práctica lo ha sido desde que se estatizó el petróleo.
Las difíciles circunstancias financieras de Pdvsa, la crisis eléctrica estructural que vive el país y los cambios que se avizoran en el panorama energético, con precios petroleros hacia la baja, como producto de la crisis económica global, son determinantes que obligan a enfocar, con sensatez y con la visión de un gran acuerdo nacional, la estrategia propuesta de profundizar la nacionalización petrolera. Solo así ese recurso, hasta ahora estatizado, dejará de ser un instrumento de rentismo populista y de clientelismo político para convertirse en una verdadera herramienta del desarrollo nacional.
Solo así los venezolanos dejaremos de ser rentistas del petróleo para convertirnos en ciudadanos proactivos.
Cuando lo logremos, entonces sí podremos decir con propiedad, que hemos nacionalizado el petróleo para que sea de todos los venezolanos y para sembrarlo en actividades productivas que contribuyan a la diversificación de nuestra economía y a un proceso inclusivo y sostenible del desarrollo del país.
Pero el otro gran acuerdo que convoca a la unidad de todos los venezolanos está referido a la profundización de la nacionalización petrolera, para hacer de los hidrocarburos una eficiente herramienta de desarrollo diversificado, incluyente y sostenible de nuestra economía y contribuir a romper con la cultura del rentismo, exponenciada en el país por el manejo estatista, clientelar y populista de la producción petrolera y, especialmente, de los ingresos derivados de las exportaciones de este recurso, con un mínimo valor agregado nacional.
Para entender la consigna de profundización de la nacionalización petrolera, es necesario recordar que con la Ley Orgánica promulgada en agosto de 1975, en un ambiente de gran acuerdo nacional, lo que se logró fue la estatización de la industria y el comercio de los hidrocarburos, como monopolio estatal que ha contribuido al fomento de una economía cuasi monoexportadora.
En su desarrollo se ha puesto poco énfasis en el proceso de industrialización de este recurso y en promover las externalidades que la explotación y desarrollo -aguas abajo- puedan generar para incentivar la creación de empresas de procesos petroquímicos y químicos y empresas de bienes y servicios, en apoyo a estos posibles desarrollos industriales.
Este debe ser el verdadero sentido de la nacionalización petrolera y de su profundización, como gran proyecto de concertación nacional para fortalecer el sector industrial interno y a nuestras empresas de bienes y servicios petroleros, y para incorporarle un importante valor agregado a las exportaciones de hidrocarburos y derivados.
Todo ello entendiendo que la cadena de valor de esta industria comienza antes de la producción con el suministro de bienes y servicios y que es imprescindible la formación del capital humano, la investigación y el desarrollo tecnológico en el sector con una activa participación de nuestras universidades.
En estos aspectos el exitoso caso de Noruega puede ser una valiosa referencia. Conviene referir que, luego de la mal llamada nacionalización, el mayor porcentaje de valor agregado de nuestras exportaciones petroleras se logró en 1985, cuando la composición de las mismas tuvo 38% de refinados, para descender progresivamente a los niveles de los últimos años, en los cuales no solamente estamos exportando menos, sino además con un valor agregado que no llega al 25% de productos.
La profundización de la nacionalización petrolera, en los términos que hemos señalado, sería un gran aporte a la revitalización de la economía nacional y para lograr que la industria petrolera contribuya activamente, con visión productiva a hacer del petróleo una verdadera herramienta del progreso del país.
Pero la profundización de la nacionalización petrolera significa igualmente gerenciar a Pdvsa con una visión profesional, al margen del clientelismo político y con un sentido comercial y participativo, promoviendo, sin complejos chauvinistas, la inversión privada y el ahorro interno, mediante fondos de pensiones que puedan ser una fuente complementaria de financiamiento, por vía de participación accionaria, de los nuevos proyectos que requieren con urgencia esa industria para lograr niveles adecuados de producción, refinación y desarrollos aguas abajo, indispensables para que el país deje de ser un mero exportador de crudo, como en la práctica lo ha sido desde que se estatizó el petróleo.
Las difíciles circunstancias financieras de Pdvsa, la crisis eléctrica estructural que vive el país y los cambios que se avizoran en el panorama energético, con precios petroleros hacia la baja, como producto de la crisis económica global, son determinantes que obligan a enfocar, con sensatez y con la visión de un gran acuerdo nacional, la estrategia propuesta de profundizar la nacionalización petrolera. Solo así ese recurso, hasta ahora estatizado, dejará de ser un instrumento de rentismo populista y de clientelismo político para convertirse en una verdadera herramienta del desarrollo nacional.
Solo así los venezolanos dejaremos de ser rentistas del petróleo para convertirnos en ciudadanos proactivos.
Cuando lo logremos, entonces sí podremos decir con propiedad, que hemos nacionalizado el petróleo para que sea de todos los venezolanos y para sembrarlo en actividades productivas que contribuyan a la diversificación de nuestra economía y a un proceso inclusivo y sostenible del desarrollo del país.
Comentarios
Publicar un comentario