El barrio también es ciudad
San Miguel, en Google Maps, es apenas una calle sin conexión con sus dos vecinas, Campo Rico y Lebrún. Aquí agregamos parte de lo que en el mapa es invisible
Para algunos, San Miguel no es un barrio, es sólo un sector, un apéndice de Campo Rico.
Pero desde la capilla San Juan Evangelista, que corona la loma en la cual se ha ido montando, se siente cierto sabor y pertenencia, y les da la razón a quienes dicen que Campo Rico, la calle El Polvorín, comienza justo después de la capilla. Ese corte tan abrupto de territorios y opiniones quizás tenga que ver con la presencia de la iglesia y su obra social. O quizás con el juego topográfico que abre en ese punto un extraordinario mirador desde donde se puede contemplar "flotando" la "ciudad formal" (Palo Verde y Lomas del Ávila) entre el paisaje de barriadas petareñas. Pero también porque desde allí la relación de flujos sociales y peatonales es en bajada por la calle San Miguel.
En las inclinadas pendientes donde se han montado los barrios caraqueños esos accidentes geográficos (explanadas, subidas o bajadas) sobre los que se organiza la comunidad (y las viviendas) terminan muchas veces adquiriendo identidad propia e independizándose del lugar que los vio nacer.
La San Miguel es, incluso de bajada, un reto fuerte para un caminante (cansa imaginarla de subida). Sólo en un par de tramos se suaviza, cerca de la Y, como dicen los vecinos y sobre la escuela Rómulo Gallegos. De resto son declives "parejos". De ella surgen un montón de calles y callejones que se distribuyen en hondonadas y cuestas, que dejan claro lo duro de la topografía.
Las viviendas con mayor precariedad están hacia arriba, cerca de la capilla. Las que se encuentran bajando están más consolidadas, lo cual revela un poco la historia del lugar.
Es una calle con movida: escolares, adolescentes, grupos de vecinos, tanto en su parte alta como en la baja. La distancia de la llamada "ciudad formal" (la entrada del barrio) no parece cambiar mucho las cosas, incluso esa textura social se diluye un poco en el corto trecho de encuentro con la avenida.
Desde el agreste pero movido tramo de la avenida Francisco de Miranda, donde desemboca o arranca la calle San Miguel, se percibe una corta y fuerte subida (apretujada entre un par de edificios) que desaparece en un brusco giro, en un paredón que niega todo contacto visual con el barrio. Eso borra, de entrada, estas dos versiones de la misma ciudad y sin nada que invite a andar por la zona (inversión pública en aceras, arborización, etcétera) el paisaje se transforma en un espacio difuso, que se representa en el mapa como un territorio marcado apenas por una calle.
El pulso vivencial de la gente, la fuerza de la comunidad se siente en la entrada del barrio (eso que se ha asumido como frontera), donde se apertrecha de cosas en los comercios de la avenida. Allí echan los cuentos de su zona, dando fe de vida del barrio, indicando que de ahí para arriba hay mucha ciudad para andar y contar.
Pero desde la capilla San Juan Evangelista, que corona la loma en la cual se ha ido montando, se siente cierto sabor y pertenencia, y les da la razón a quienes dicen que Campo Rico, la calle El Polvorín, comienza justo después de la capilla. Ese corte tan abrupto de territorios y opiniones quizás tenga que ver con la presencia de la iglesia y su obra social. O quizás con el juego topográfico que abre en ese punto un extraordinario mirador desde donde se puede contemplar "flotando" la "ciudad formal" (Palo Verde y Lomas del Ávila) entre el paisaje de barriadas petareñas. Pero también porque desde allí la relación de flujos sociales y peatonales es en bajada por la calle San Miguel.
En las inclinadas pendientes donde se han montado los barrios caraqueños esos accidentes geográficos (explanadas, subidas o bajadas) sobre los que se organiza la comunidad (y las viviendas) terminan muchas veces adquiriendo identidad propia e independizándose del lugar que los vio nacer.
La San Miguel es, incluso de bajada, un reto fuerte para un caminante (cansa imaginarla de subida). Sólo en un par de tramos se suaviza, cerca de la Y, como dicen los vecinos y sobre la escuela Rómulo Gallegos. De resto son declives "parejos". De ella surgen un montón de calles y callejones que se distribuyen en hondonadas y cuestas, que dejan claro lo duro de la topografía.
Las viviendas con mayor precariedad están hacia arriba, cerca de la capilla. Las que se encuentran bajando están más consolidadas, lo cual revela un poco la historia del lugar.
Es una calle con movida: escolares, adolescentes, grupos de vecinos, tanto en su parte alta como en la baja. La distancia de la llamada "ciudad formal" (la entrada del barrio) no parece cambiar mucho las cosas, incluso esa textura social se diluye un poco en el corto trecho de encuentro con la avenida.
Desde el agreste pero movido tramo de la avenida Francisco de Miranda, donde desemboca o arranca la calle San Miguel, se percibe una corta y fuerte subida (apretujada entre un par de edificios) que desaparece en un brusco giro, en un paredón que niega todo contacto visual con el barrio. Eso borra, de entrada, estas dos versiones de la misma ciudad y sin nada que invite a andar por la zona (inversión pública en aceras, arborización, etcétera) el paisaje se transforma en un espacio difuso, que se representa en el mapa como un territorio marcado apenas por una calle.
El pulso vivencial de la gente, la fuerza de la comunidad se siente en la entrada del barrio (eso que se ha asumido como frontera), donde se apertrecha de cosas en los comercios de la avenida. Allí echan los cuentos de su zona, dando fe de vida del barrio, indicando que de ahí para arriba hay mucha ciudad para andar y contar.
Ahora lo ves, ahora no lo ves
En el plano físico, material, es notoria la bajísima inversión en servicios y equipamientos públicos. Pero también en el lenguaje es obvio el afán de separar cuando desfachatadamente se habla de "dos ciudades" o de la "ciudad formal versus la ciudad informal". Como si acaso el resto de la ciudad que no es barrio (más o menos la mitad) se apegara de manera estricta a las formas y las reglas.
Y aún peor: en lo simbólico es gravísimo que no haya habido en todos estos años la voluntad política para incorporar la trama de los barrios de Caracas en los mapas de uso común.
En el plano siguen no apareciendo o pareciendo espacios vacíos. ¿Será que persiste la idea de que son un error histórico, que algún día deberían desaparecer realmente?
Caminata abierta
Este sábado 14 invitamos a quienes quieran andar con nosotros. Nos veremos en la intersección de las avenidas Vollmer y Andrés Bello, en San Bernardino. La cita es a las 9:30 am. Cada quien, sólo o en grupo, hará el recorrido que prefiera alrededor de ese punto para que una hora después aporten su mapa y sus notas. El resultado lo publicaremos el domingo 29 de julio.
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JUANCHO PINTO |
Me gusto tu reportaje. No vivo en Venezuela, pero naci en Campo Rico, y me crie en San Miguel. Mi abuela se llama Carmen Briceño y le dicen Carmen "Mundo". Yo monte un video de ella en YOUTUBE de una entrevista que le hiceron hace años. TODO EL MUNDO LA CONOCE.
ResponderEliminarGracias por compartir con nosotros tus buenos comentarios y tu sentir sobre la zona y tu Abuela
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