La ética es el negocio
análisis
Fátima Dos Santos
Especial para Emen
Especial para Emen
Puede que exista otra vida, pero tal vez no. Si no existe, la vida que estamos viviendo ahora es la única oportunidad de hacer las cosas que queremos, de ser las personas que queremos y de construir el mundo que queremos. Kundera dice (más o menos) que si tuviéramos la certeza del más allá, esta vida no sería más que un ensayo general, y eso le daría al ser una "insoportable levedad": lo que dañáramos ahora, lo podríamos arreglar en una próxima encarnación. Pero es posible que esta sea nuestra obra definitiva, y si es así, los pequeños actos y las minúsculas decisiones de cada día adquieren peso.
Hace algunas semanas estaba yo de visita en cierta empresa, en medio de una densa discusión sobre un denso y complicado asunto. Mientras la cosa se acaloraba, le pregunté a mis dos interlocutores algo así: "¿Me están pidiendo que yo acabe con el conflicto mintiendo sobre este número?". Uno de ellos respondió "¡No!" y el otro dijo: "¡Claro!"… y allí yo supe por quién me jugaría el pellejo y por quién no.
Otro ejemplo de la vida misma: hace años tuve un grupito de unos cinco alumnos que defendió a trocha y mocha su derecho a copiarse en los exámenes. Lo raro es que eran buenos estudiantes, con notas de alrededor de dieciséis. Según su argumento, ellos tenían derecho a copiarse para subir a dieciocho, sin que eso representara ningún problema ético. Sí se calificaría como "trampa" que alguien se copiara para pasar el examen. (Si usted lo entiende, puede escribirme para explicármelo). La agria duró meses y terminó en un conflicto que dividió al salón y amargó la vida de los profesores, que no conseguían más pruebas del delito que la flagrante confesión.
Uno de los jovencitos copiones se graduó con honores, y lo aplaudió de pie todo el auditorio… menos sus compañeros graduandos, los cuales ahora expresan reticencia a la hora de recomendarlo para un trabajo, darle un aval personal o formar equipo laboral con él.
Un ejemplo aún más lapidario: hace unos años trabajábamos con una muchacha prometedora y que lucía muy capaz. La apoyamos en la formación de su propia empresa, mientras ella nos prestaba ayuda como proveedora. En algún momento se le complicó el panorama, y decidió que la salida más fácil era estafarnos, entregándonos productos falsificados. Nosotros perdimos un dineral en el esfuerzo por recuperar los destrozos de su mala praxis, pues tuvimos que reemplazar la producción casi por completo. Pero conservamos a los clientes. Ella, en cambio, discutió con su socio, perdió la empresa y se ganó una raya imborrable.
En un mundo 2.0, donde todos estamos en FB, en Twitter, en Linkedin y en Google+, viviendo en un país donde los gremios profesionales son una especie de peña, estando en ciudades gigantes donde inexplicablemente uno siempre se encuentra a alguien …queda más claro que nunca que el negocio es la ética. Profesionales que mienten para salvarse, maulas que dejan deudas a diestra y siniestra, falsificadores, contrabandistas, chantajistas, funcionarios que piden mordidas, contratistas que las ofrecen, los que encubren los delitos del gobierno de turno… todos ellos tienen carreras vulnerables y cortas, y vidas sin paz.
Mi colega Ezequiel Nieto siempre decía: "Cuando yo pongo mi cabeza en la almohada duermo tranquilo, no debo ni temo, y eso no tiene precio". Y hasta el último día de su vida tuvo trabajo y dinero, dignidad y el aprecio de sus amigos. El verdadero negocio, el negocio más sólido, es la ética.
Hace algunas semanas estaba yo de visita en cierta empresa, en medio de una densa discusión sobre un denso y complicado asunto. Mientras la cosa se acaloraba, le pregunté a mis dos interlocutores algo así: "¿Me están pidiendo que yo acabe con el conflicto mintiendo sobre este número?". Uno de ellos respondió "¡No!" y el otro dijo: "¡Claro!"… y allí yo supe por quién me jugaría el pellejo y por quién no.
Otro ejemplo de la vida misma: hace años tuve un grupito de unos cinco alumnos que defendió a trocha y mocha su derecho a copiarse en los exámenes. Lo raro es que eran buenos estudiantes, con notas de alrededor de dieciséis. Según su argumento, ellos tenían derecho a copiarse para subir a dieciocho, sin que eso representara ningún problema ético. Sí se calificaría como "trampa" que alguien se copiara para pasar el examen. (Si usted lo entiende, puede escribirme para explicármelo). La agria duró meses y terminó en un conflicto que dividió al salón y amargó la vida de los profesores, que no conseguían más pruebas del delito que la flagrante confesión.
Uno de los jovencitos copiones se graduó con honores, y lo aplaudió de pie todo el auditorio… menos sus compañeros graduandos, los cuales ahora expresan reticencia a la hora de recomendarlo para un trabajo, darle un aval personal o formar equipo laboral con él.
Un ejemplo aún más lapidario: hace unos años trabajábamos con una muchacha prometedora y que lucía muy capaz. La apoyamos en la formación de su propia empresa, mientras ella nos prestaba ayuda como proveedora. En algún momento se le complicó el panorama, y decidió que la salida más fácil era estafarnos, entregándonos productos falsificados. Nosotros perdimos un dineral en el esfuerzo por recuperar los destrozos de su mala praxis, pues tuvimos que reemplazar la producción casi por completo. Pero conservamos a los clientes. Ella, en cambio, discutió con su socio, perdió la empresa y se ganó una raya imborrable.
En un mundo 2.0, donde todos estamos en FB, en Twitter, en Linkedin y en Google+, viviendo en un país donde los gremios profesionales son una especie de peña, estando en ciudades gigantes donde inexplicablemente uno siempre se encuentra a alguien …queda más claro que nunca que el negocio es la ética. Profesionales que mienten para salvarse, maulas que dejan deudas a diestra y siniestra, falsificadores, contrabandistas, chantajistas, funcionarios que piden mordidas, contratistas que las ofrecen, los que encubren los delitos del gobierno de turno… todos ellos tienen carreras vulnerables y cortas, y vidas sin paz.
Mi colega Ezequiel Nieto siempre decía: "Cuando yo pongo mi cabeza en la almohada duermo tranquilo, no debo ni temo, y eso no tiene precio". Y hasta el último día de su vida tuvo trabajo y dinero, dignidad y el aprecio de sus amigos. El verdadero negocio, el negocio más sólido, es la ética.
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