Esa mala palabra


Fátima Dos Santos

Usted las conoce: hay personas que evitan referirse a asuntos económicos hasta un punto tal, que pareciera que "dinero" fuera una mala palabra, de esas que en televisión se tapan con un pitico.
Aunque nuestra actual sociedad "secularizada" promueva una valoración generalmente positiva (incluso extremadamente positiva) de la materialidad, investigadores del tema, como Tang y sus colaboradores, han conseguido una frecuencia más alta de pensamientos negativos sobre el dinero en cierto tipo de sujetos: jóvenes, mujeres, personas de niveles educativos superiores y de los estratos socioeconómicos más bajos son los que peor se expresan de él.
De manera informal, las actitudes negativas hacia el dinero pueden dividirse en dos grupos: las radicales (que plantean que el dinero es el origen de todos los males de la sociedad) y las tolerantes (que tejen alrededor de la idea de que es un mal necesario).
Es muy difícil llevar una vida económicamente productiva, cuando uno se adscribe al primer tipo de opiniones: el trabajo, la compra diaria, el ahorro y la inversión requieren un contacto constante con el dinero, que lleva a una mayor apertura mental en torno a sus ventajas y desventajas. En otras palabras, solo aquel que ha logrado tener su subsistencia asegurada puede, con toda coherencia, despreciar la plata. Por ello, la posición negativa radical es más frecuente en estudiantes, amas de casa y jubilados. Es la clásica actitud del Hermano Cocó, que "no toca ese cochino dinero: lo gasta".
La expresión de que el dinero es un "mal necesario" refleja una actitud también negativa, aunque mucho menos extrema, y es, en sí misma, una frase compleja. "Mal necesario" es una suerte de oxímoron, porque en un mundo razonable, los males deben ser evitados, y sin embargo, estamos aquí en presencia de un mal que debe ser buscado. Eso hace pensar en sufrimiento personal.
¿Por qué el dinero es un mal? Supone uno que pueda deberse a que suele ser un elemento complejo y conflictivo: uno desea tener más, no sabe cómo conseguirlo, siempre es insuficiente, y cuando se obtiene, descubre uno que no es más feliz por haberlo logrado. Curiosamente, existen varias otras cosas en la vida que se comportan de igual manera: las relaciones de pareja, la familia, los hijos, los amigos.
Todas son difíciles de lograr, son conflictivas, no satisfacen totalmente nuestros deseos y no nos llevan en tren expreso a la felicidad. Aun así, no solemos decir que la familia sea "un mal necesario".
Ubicándose a medio camino entre la racionalidad y la emocionalidad, el tema del dinero se ha convertido, para la mayoría de nosotros, en un basurero. No tenemos claro qué queremos, no sabemos qué sentimos. Vamos echando allí ideas y recuerdos de todo tipo, que medio-olvidamos y medio-guardamos. Defendemos nuestra incoherente posición con argumentos que parecen razonados e incluso llamamos a ese pichaque "una actitud".
Así como es bueno sondearse a uno mismo en torno a los grandes temas de la vida (Dios, la muerte, el amor, el trabajo), también es sano intentar poner algo de orden y sinceridad en nuestro guirigay personal sobre el dinero.
Aunque a usted le extrañe, ese también es uno de los grandes temas, y como todos los otros, está lleno de lagunas, creencias infundadas, actos de fe, miedos insondables y, sobre todo, contradicciones.
Mi frase favorita sobre el dinero es atribuida a María Félix: "No es importante, pero quita los nervios". ¿Cuál es su opinión?

Fuente: Diario El Mundo. 13-07-2011


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