Valoraciones individuales: una estimación diferente


Mireya Vargas


Un cambio está ocurriendo en las sociedades y las economías del mundo. Lo muestran los gobiernos y organismos de cooperación para el desarrollo humano, así como las empresas con programas de inversión social, que comienzan a hacerse preguntas sobre la paradójica actitud de poblaciones que, viviendo en condiciones materiales precarias, dicen sentirse muy felices y no querer cambiar su situación. Al mismo tiempo, en algunas sociedades más desarrolladas, la gente dice sentirse infeliz, y sus decisiones individuales e insatisfacción impacta negativamente a todo el colectivo.
Tal es la importancia de esta paradoja, que el Gobierno británico ha encargado a la Oficina Nacional de Estadística (ONS) la elaboración de un "Índice de felicidad", que permita valorar los aspectos psicológicos del bienestar de los británicos para diseñar acciones en consecuencia. El Gobierno de Francia, por su parte, también ha confeccionado mapas y tablas para medir y comparar el nivel de felicidad de la ciudadanía. Corea del Norte se suma a la tendencia impulsando una medición del llamado Índice de Felicidad Mundial, que muestra mejores resultados en países con gobiernos comunistas y socialistas. Y hace poco la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), a propósito de sus 50 años, lanzó un nuevo índice "Better life index" en el que incluye la satisfacción y el balance de la propia vida de los individuos de un país como medida de bienestar y permite hacer comparaciones entre los mismos. El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz respalda esta nueva preocupación en un informe de la Universidad de Columbia (2009), indicando que los sistemas estadísticos nacionales deben realizar evaluaciones más completas del bienestar social que incluyan la calidad de vida y la sostenibilidad del entorno natural, pero también variables subjetivas y psicológicas.
Deteniéndonos un poco en el Índice Multidimensional de la Pobreza incluido en el Informe de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (2010), elaborado por la Oficina de Pobreza y Desarrollo Humano (Ophi) de la Universidad de Oxford, encontramos una amplia gama de variables hasta hace poco ignoradas, que ahora resultan del mayor interés, si realmente queremos hablar desde un punto de vista más psicológico. Algunas de las variables comparadas en más de 100 países son: satisfacción con la propia vida, satisfacción con diversos aspectos de la vida (educación, salud, vivienda, servicios, seguridad), sentido de la vida y felicidad, autonomía. Además se incluyen otras como: empoderamiento (posibilidad de avanzar hacia el objetivo que uno valora y tener la libertad de alcanzarlo), temor a la violencia (a la amenaza física o psicológica por delincuencia, por presiones políticas o en el hogar), percepción de estar libre de humillaciones (recibir un tratamiento respetuoso, justo, digno y sin discriminación), percepción de trato respetuoso y justo en el trabajo, prácticas religiosas (importancia de la religión en su vida, decisiones autónomas sobre prácticas religiosas). Todos estos indicadores muestran aspectos fundamentales que condicionan la valoración de su realidad que hacen las personas, sea consciente o inconscientemente.
Este esfuerzo de "nombrar" aspectos tan profundos, inconscientes y emocionales de la psique, se topa una y otra vez con una forma de estimación diferente, que se hace muchas veces contradictoria en estas mediciones basadas en lo puramente material (el ingreso, por ejemplo). Las personas valoran no sólo desde los aspectos concretos y tangibles, sino, la mayoría de las veces, desde la emoción o complejos inconscientes. Por ello la valoración (el feeling) como función psíquica, toca estas profundas complejidades que ahora son reconocidas como una verdad evidente, pues se alzan ante las narices de gobiernos, agencias, empresas y organizaciones para mostrar un camino diferente en la comprensión del bienestar humano.
Citando a Bernard Williams, Amartya Sen ha dicho en Nivel de vida: intereses y posibilidades (2001): "Los derrotados y los oprimidos llegan a perder el valor de desear cosas que otros desean con toda confianza… el más débil se ajusta a las desigualdades sociales amoldando sus deseos a su viabilidad". Para Sen tenemos mucho que aprender de las condiciones de la adversidad, para desde allí poder ponderar cuán valiosa, buena, deseable, libre y feliz es la vida real de las personas. Por ello sugiere trascender las medidas tradicionales de la cuantificación del ingreso, bienes o artículos de consumo que las personas pueden tener en un contexto social determinado. Para Sen, el desarrollo no se circunscribe a un fenómeno de crecimiento económico y/o modernización de la comunidad. El desarrollo económico puede y debe considerarse como un proceso de expansión de las capacidades y libertades humanas, pues hay una dimensión humana del desarrollo, rica y diversa, pero profundamente emocional.

El Mundo. 14/07/11. Pag. 23

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