La sociedad del conocimiento y el reto existencial
iosé I. Moreno León
La dramática evolución de los procesos de generación de información y conocimientos, producto de la revolución científica y tecnológica que caracteriza al siglo XXI y que configura el modelo de la nueva economía y de la llamada Sociedad del Conocimiento, le plantea al ser humano un reto existencial, ya que para poder sobrevivir como ciudadano y mantener y mejorar su calidad de vida, deberá ser capaz de incrementar sensiblemente su capacidad de aprendizaje, y tal como apunta Bill Gates, desarrollar habilidades para acumular, gerenciar y usar la información y el conocimiento como condición fundamental de subsistencia en el nuevo modelo económico o de la economía digital.
Para ello es fundamental hacer más eficientes e inclusivos los sistemas educativos, cuestión a la que hemos hecho referencia en artículos anteriores.
Por otro lado, el desarrollo y generalización de la red electrónica global y la tendencia a la masificación de su uso plantea a la sociedad consecuencias éticas y sociales que también ameritan oportunas y apropiadas respuestas, que para Berners-Lee, investigador principal del Laboratorio de Ciencias de la Computación del MIT, no deben limitarse solo a soluciones de problemas éticos, o a resolver asuntos vinculados a la propiedad intelectual, derechos de copia, seguridad y privacidad de la información, sino que tienen también que ver con temas de más trascendencia, como los valores culturales de los pueblos, el interés de los estados y los principios claves de la institucionalidad democrática.
No hay dudas que la sociedad del conocimiento se está configurando como la civilización de la cibereconomía o de la postmodernidad, caracterizada por un nuevo enfoque del mundo y de las relaciones del ser humano en la sociedad, en términos de tiempo, espacio y maneras de actuar individuales y colectivas, lo cual implica igualmente, cambios importantes en los estilos y formas de gerenciar los negocios, de conducir los gobiernos y de hacer política. Cambios que por la velocidad exponencial como se están produciendo, pueden generar y, de hecho, están generando consecuencias traumatizantes para las sociedades y las personas que no estén en capacidad de asimilarlos oportunamente.
Alvin y Heide Toffler explican que se trata del fin de una generación o de una vieja civilización y el surgimiento de la primera generación de una nueva civilización, y ello es lo que explica la angustia, la confusión y la desorientación que en esta transición afecta al hombre contemporáneo.
Se hace necesario entender la naturaleza de esa transición para explicarnos los fenómenos y problemas derivados de la misma y liberar nuestro intelecto y voluntad, a fin de adaptarnos, sin angustias, a los nuevos patrones de vida, cuya mayor trascendencia lo representa el hecho de que, a través de la educación y de los nuevos conocimientos, los individuos serán soberanos para definir sus propios trabajos y realizar todos los beneficios de su productividad, libres de las limitantes de la vieja economía.
Ante este nuevo panorama global que se está estructurando como característica de la naciente postmodernidad, los valores constitutivos del capital social, identificados con la confianza interpersonal, la capacidad de asociatividad, la conciencia cívica, la solidaridad y los principios éticos, permiten proponer un enfoque holístico del desarrollo, incorporándole una visión humana al proceso y sistema de globalización, a la nueva economía y a la sociedad del conocimiento, a fin de asegurar su viabilidad y sin mayores traumas, en términos económicos, políticos, sociales y ecológicos.
Se trata entonces de impulsar una responsabilidad política global y una ética global que permitan replantear las tendencias de la globalización económica con su sesgo actual economicista, excluyente y depredador del ambiente y reemplazar el individualismo reinante por el interés colectivo y la solidaridad.
La búsqueda del bien personal debe estar en armonía con el bien de los otros y el bien común debe estar por encima del bien personal. Solo así las consecuencias preocupantes que se están generando en la configuración de la sociedad del conocimiento y de la postmodernidad podrán ser superadas como reto existencial del individuo postmoderno.
En la búsqueda de estos cambios las universidades tienen un compromiso irrenunciable mediante la promoción de la conciencia cívica y la responsabilidad social y el desarrollo de una pedagogía de educación en valores que permitan formar a los ciudadanos líderes de la sociedad del conocimiento, con los sólidos principios de un nuevo humanismo que haga asimilable la compleja transición en que está inmersa la sociedad planetaria.
Para ello es fundamental hacer más eficientes e inclusivos los sistemas educativos, cuestión a la que hemos hecho referencia en artículos anteriores.
Por otro lado, el desarrollo y generalización de la red electrónica global y la tendencia a la masificación de su uso plantea a la sociedad consecuencias éticas y sociales que también ameritan oportunas y apropiadas respuestas, que para Berners-Lee, investigador principal del Laboratorio de Ciencias de la Computación del MIT, no deben limitarse solo a soluciones de problemas éticos, o a resolver asuntos vinculados a la propiedad intelectual, derechos de copia, seguridad y privacidad de la información, sino que tienen también que ver con temas de más trascendencia, como los valores culturales de los pueblos, el interés de los estados y los principios claves de la institucionalidad democrática.
No hay dudas que la sociedad del conocimiento se está configurando como la civilización de la cibereconomía o de la postmodernidad, caracterizada por un nuevo enfoque del mundo y de las relaciones del ser humano en la sociedad, en términos de tiempo, espacio y maneras de actuar individuales y colectivas, lo cual implica igualmente, cambios importantes en los estilos y formas de gerenciar los negocios, de conducir los gobiernos y de hacer política. Cambios que por la velocidad exponencial como se están produciendo, pueden generar y, de hecho, están generando consecuencias traumatizantes para las sociedades y las personas que no estén en capacidad de asimilarlos oportunamente.
Alvin y Heide Toffler explican que se trata del fin de una generación o de una vieja civilización y el surgimiento de la primera generación de una nueva civilización, y ello es lo que explica la angustia, la confusión y la desorientación que en esta transición afecta al hombre contemporáneo.
Se hace necesario entender la naturaleza de esa transición para explicarnos los fenómenos y problemas derivados de la misma y liberar nuestro intelecto y voluntad, a fin de adaptarnos, sin angustias, a los nuevos patrones de vida, cuya mayor trascendencia lo representa el hecho de que, a través de la educación y de los nuevos conocimientos, los individuos serán soberanos para definir sus propios trabajos y realizar todos los beneficios de su productividad, libres de las limitantes de la vieja economía.
Ante este nuevo panorama global que se está estructurando como característica de la naciente postmodernidad, los valores constitutivos del capital social, identificados con la confianza interpersonal, la capacidad de asociatividad, la conciencia cívica, la solidaridad y los principios éticos, permiten proponer un enfoque holístico del desarrollo, incorporándole una visión humana al proceso y sistema de globalización, a la nueva economía y a la sociedad del conocimiento, a fin de asegurar su viabilidad y sin mayores traumas, en términos económicos, políticos, sociales y ecológicos.
Se trata entonces de impulsar una responsabilidad política global y una ética global que permitan replantear las tendencias de la globalización económica con su sesgo actual economicista, excluyente y depredador del ambiente y reemplazar el individualismo reinante por el interés colectivo y la solidaridad.
La búsqueda del bien personal debe estar en armonía con el bien de los otros y el bien común debe estar por encima del bien personal. Solo así las consecuencias preocupantes que se están generando en la configuración de la sociedad del conocimiento y de la postmodernidad podrán ser superadas como reto existencial del individuo postmoderno.
En la búsqueda de estos cambios las universidades tienen un compromiso irrenunciable mediante la promoción de la conciencia cívica y la responsabilidad social y el desarrollo de una pedagogía de educación en valores que permitan formar a los ciudadanos líderes de la sociedad del conocimiento, con los sólidos principios de un nuevo humanismo que haga asimilable la compleja transición en que está inmersa la sociedad planetaria.
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