Cómo ganar amigos e influir sobre las personas
Carlos Goedder
A Don Carlos Olazo Nicolini,
in memóriam
Este es el título de un libro escrito en la década de 1930 por Dale Carnegie y que ha visto innumerables reediciones. Al menos un par de mensajes del autor merecen rescatarse en esta década en la cual también, a semejanza de los años 30 estadounidenses, se vive un fuerte desempleo, especialmente entre los más jóvenes.
"Aun en ramos tan técnicos como la ingeniería, alrededor de 15% del éxito financiero de cada uno se debe al conocimiento técnico, y alrededor de 85% se debe a la habilidad en la tecnología humana: la personalidad y la capacidad para tratar con la gente".
Esta afirmación del libro resultaba de una ardua investigación. Desde aquel entonces ya estaba claro que en el capital humano de las personas falta incluir algo que son las hoy llamadas soft skills o "habilidades suaves".
Los jóvenes que salen hoy de las universidades tienden a preguntarse por qué, siendo seguramente más competentes técnicamente que sus padres, viven peor en términos materiales. Dejando de lado las dificultades macroeconómicas, que también se conocieron y fueron rigurosas en tiempos pasados, un error del enfoque reside en considerar que la acumulación de capital humano ha de limitarse a las hard skills o "habilidades duras", incluyendo especialmente competencia en temas técnicos y cuantitativos. La capacidad para interactuar constructivamente con las personas, convencer a otros, hablar apropiadamente en público, cooperar en los trabajos de equipo y liderar personas son también materias en las que se precisa dominio.
Aunque resulte doloroso de decir, por lo que cuesta adquirirlo, un grado universitario es moneda corriente hoy día. Es un commodity, algo común, casi indiferenciado. Indudablemente, invertir en educación sigue siendo rentable y todas las mediciones estadísticas apuntan a ello, mas de alguna manera el simple hecho de "tener un título" dista de ser una ventaja competitiva.
Se precisa, en primer término, que ese título contenga añadidos: buen ranking de promoción, prestigiosa academia, certificaciones adicionales, dominio de idiomas, vivencia en otros países, cultura general.
Aun así, he allí la crueldad del tema, se tiende a dar por descontado que esta excelencia ya existe. Así que el diferencial está en otros asuntos, más en un mercado laboral globalizado.
La diferencia central reside en la capacidad para relacionarse con otras personas. Dista de tratarse en este caso del expediente común en mercados latinoamericanos y mediterráneos de cimentar todo el éxito en conexiones y trabajos en el sector público. Se trata de un talento más sofisticado. Carnegie resumía así su idea central:
"Si como resultado de la lectura de este libro consigue usted tan solo una cosa, una mayor tendencia a pensar siempre en términos del punto de vista ajeno, y a ver las cosas desde ese punto de vista tanto como desde el suyo (…) bien puede resultar uno de los pasos culminantes de su carrera".
Y añade:
"No estoy promoviendo trucos. Estoy hablando de un nuevo modo de vida".
Efectivamente, valorar a las personas, colocarse en su lugar, tratarlas con amabilidad, llamarlas por su nombre, buscar acuerdos mutuamente ventajosos… Estos talentos son los que consiguen hacer diferencia en el desempeño profesional de una persona y de allí la observación que hacía más recientemente Daniel Goleman al hablar de "inteligencia emocional", según la cual los primeros lugares de una promoción distaban de ser los más exitosos profesionalmente y en su vida privada.
La duda persistente es si este capital se puede adquirir también por la vía de la educación, como las hard skills. El tema será objeto de la entrega siguiente.
in memóriam
Este es el título de un libro escrito en la década de 1930 por Dale Carnegie y que ha visto innumerables reediciones. Al menos un par de mensajes del autor merecen rescatarse en esta década en la cual también, a semejanza de los años 30 estadounidenses, se vive un fuerte desempleo, especialmente entre los más jóvenes.
"Aun en ramos tan técnicos como la ingeniería, alrededor de 15% del éxito financiero de cada uno se debe al conocimiento técnico, y alrededor de 85% se debe a la habilidad en la tecnología humana: la personalidad y la capacidad para tratar con la gente".
Esta afirmación del libro resultaba de una ardua investigación. Desde aquel entonces ya estaba claro que en el capital humano de las personas falta incluir algo que son las hoy llamadas soft skills o "habilidades suaves".
Los jóvenes que salen hoy de las universidades tienden a preguntarse por qué, siendo seguramente más competentes técnicamente que sus padres, viven peor en términos materiales. Dejando de lado las dificultades macroeconómicas, que también se conocieron y fueron rigurosas en tiempos pasados, un error del enfoque reside en considerar que la acumulación de capital humano ha de limitarse a las hard skills o "habilidades duras", incluyendo especialmente competencia en temas técnicos y cuantitativos. La capacidad para interactuar constructivamente con las personas, convencer a otros, hablar apropiadamente en público, cooperar en los trabajos de equipo y liderar personas son también materias en las que se precisa dominio.
Aunque resulte doloroso de decir, por lo que cuesta adquirirlo, un grado universitario es moneda corriente hoy día. Es un commodity, algo común, casi indiferenciado. Indudablemente, invertir en educación sigue siendo rentable y todas las mediciones estadísticas apuntan a ello, mas de alguna manera el simple hecho de "tener un título" dista de ser una ventaja competitiva.
Se precisa, en primer término, que ese título contenga añadidos: buen ranking de promoción, prestigiosa academia, certificaciones adicionales, dominio de idiomas, vivencia en otros países, cultura general.
Aun así, he allí la crueldad del tema, se tiende a dar por descontado que esta excelencia ya existe. Así que el diferencial está en otros asuntos, más en un mercado laboral globalizado.
La diferencia central reside en la capacidad para relacionarse con otras personas. Dista de tratarse en este caso del expediente común en mercados latinoamericanos y mediterráneos de cimentar todo el éxito en conexiones y trabajos en el sector público. Se trata de un talento más sofisticado. Carnegie resumía así su idea central:
"Si como resultado de la lectura de este libro consigue usted tan solo una cosa, una mayor tendencia a pensar siempre en términos del punto de vista ajeno, y a ver las cosas desde ese punto de vista tanto como desde el suyo (…) bien puede resultar uno de los pasos culminantes de su carrera".
Y añade:
"No estoy promoviendo trucos. Estoy hablando de un nuevo modo de vida".
Efectivamente, valorar a las personas, colocarse en su lugar, tratarlas con amabilidad, llamarlas por su nombre, buscar acuerdos mutuamente ventajosos… Estos talentos son los que consiguen hacer diferencia en el desempeño profesional de una persona y de allí la observación que hacía más recientemente Daniel Goleman al hablar de "inteligencia emocional", según la cual los primeros lugares de una promoción distaban de ser los más exitosos profesionalmente y en su vida privada.
La duda persistente es si este capital se puede adquirir también por la vía de la educación, como las hard skills. El tema será objeto de la entrega siguiente.
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