El "nuevo sentido común"


Simón A. Parisca
simon.parisca@eureka.org.ve 



Es indiscutible el papel fundamental que han jugado los consumidores en la transformación del aparato productivo mundial en las últimas décadas. Durante la mayor parte del siglo pasado, la oferta definió la demanda.
¿Recuerdan la historia de Henry Ford respondiendo que Ford Motor Co podía producir el Modelo T en cualquier color, mientras fuera negro?
En esos tiempos, el consumidor, solo podía asumir una posición pasiva y resignada ante los factores de producción. Hoy en día, y cada vez con mayor intensidad y fuerza, en todos los sectores del mercado mundial, la demanda está determinando el perfil de la oferta. El hombre-consumidor ha logrado transformar al mundo de la producción de manera que este se ve obligado a responder a sus deseos y aspiraciones.
No cabe duda de que este notable movimiento de la palanca del poder en el ámbito productivo-comercial ha sido, en gran medida, el resultado del auge de las tecnologías de información y comunicaciones. El hombre-consumidor es, hoy en día, un individuo informado, conocedor de sus opciones y, en consecuencia, exigente y decidido en el reclamo de productos y servicios que, no solamente atiendan sus necesidades y aspiraciones de calidad, sino que, cada vez más, sean producidos en instituciones reconocidas públicamente por sus principios y valores, su respeto al medio ambiente y sus manifestaciones de responsabilidad y solidaridad social proactiva. No cabe duda de que, al menos en el ámbito productivo-comercial, lo que Carlota Pérez ha denominado el "nuevo sentido común", ha emergido con fuerza en el marco de la actual revolución tecnológica. Las empresas productoras se han visto obligadas a innovar, no solamente en productos y procesos, sino también en sus estrategias de aproximación al mercado y en sus prácticas de atención al contexto socio-ambiental.
Una nueva dimensión del poder del individuo comienza a hacerse notar en la actuación del hombre-ciudadano en el ámbito socio-político. Cada día vemos, con mayor frecuencia e impacto, movimientos en la palanca del poder público. Los ciudadanos, informados y exigentes, hacen sentir su voz con una fuerza, hasta hace poco impensada, a través de los nuevos instrumentos de comunicación. Un sentimiento colectivo parece emerger, aún en los países menos desarrollados, dirigido hacia los gobiernos y las clases dirigentes con una actitud que pudiésemos simplificar a través de una expresión como… "¿Sabes qué?... No me gusta lo que está sucediendo, no quiero seguir así y exijo un cambio". El poder ha comenzado a trasladarse efectivamente, de los Gobiernos a los hombres-ciudadanos, individualmente y en conjunto; las redes sociales se han convertido en un instrumento extraordinario en este movimiento del poder.
Pero esta es, también, una expresión del "nuevo sentido común" más o menos conocida. De una manera u otra nos hemos enterado de casos y situaciones que reflejan estas actitudes, en Irán, en China, en algunos países árabes, los Wikileaks, los "indignados" españoles y hasta los más de 30.000 seguidores de Obama que abandonaron su cuenta de Twitter en un solo día, como rechazo al manejo de la crisis económica estadounidense, enviándole así un mensaje "loud and clear".
En organizaciones, grandes y pequeñas, del mundo entero, se están produciendo señales de otra manifestación del "nuevo sentido común". Ahora, el movimiento comienza a insinuarse en la palanca de poder dentro de las organizaciones productivas. El hombre-trabajador, informado y exigente, comienza a expresar su insatisfacción con las condiciones prevalecientes en el ambiente de trabajo; y no se trata, necesariamente, de mayores reivindicaciones económicas. El hombre-trabajador comienza a exigir, a cambio del desempeño y el compromiso que se espera de él, confianza, participación, equidad, tiempo y espacio para crecer y crear, y significado y trascendencia de su contribución laboral.
Nociones, hasta ahora indisputadas, en las prácticas gerenciales prevalecientes, tales como: la figura del gerente que todo lo sabe y todo lo decide (… porque por eso llegó hasta donde está…); la del trabajador de quien se espera que cumpla su trabajo en obediencia, diligencia y excelencia (… porque para eso se le paga, no para pensar…); la de que el liderazgo se fundamenta en un efectivo ejercicio de la autoridad (… en lugar de entenderlo como capacidad para influenciar, como el resultado de la confianza, la credibilidad y la apertura…); y otras similares están siendo fuertemente cuestionadas en organizaciones, grandes y pequeñas, en el mundo desarrollado.
Las empresas más innovadoras han emprendido cambios sustantivos en sus prácticas gerenciales y administrativas. Muchos de estos cambios se inspiran en algunas de las bondades más evidentes de Internet: apertura, transparencia, colaboración, autonomía creadora, etc. Estas empresas han comenzado a diseñar las "innovaciones gerenciales" necesarias para atender esas exigencias sin sacrificar el necesario control de la organización y el desempeño colectivo. Sin lugar a dudas un reto de grandes proporciones, que las organizaciones deben reconocer de inmediato y actuar en consecuencia, antes de que las alcance el futuro inexorable de las aspiraciones del hombre-trabajador, informado y exigente, tal como ha sucedido con algunos gobernantes mundiales ante el avance del hombre-ciudadano.

El Mundo. 10-08-2011


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